La primera y más evidente es la concienciación desde muy pequeños en lo que se refiere a Seguridad Vial. Al llevarse a cabo en el ámbito escolar, los más pequeños asumirán con mayor eficacia esos conceptos y los incorporarán a sus hábitos de conducta.
De la misma manera que en esa etapa se aprende a decir “gracias” cuando alguien te ayuda a algo, a no comer con la manos o a saludar con un “buenos días” al profesor, se aprenderá a ponerse el casco o el cinturón cuando sea necesario o a cruzar por el paso de peatones y prestando atención al tráfico y se les explicarán las causas que provocan la mayoría de accidentes de tráfico.
Cuando viajen en coche se convertirán en “prescriptores de seguridad”. Cualquier actitud incorrecta de los conductores será instantáneamente reconvenida por ellos, haciendo así que los mismos pongan especial cuidado en la conducción, para “dar el ejemplo adecuado”, ayudando así a la concienciación de los adultos.
Y lo más importante: lo que pretendemos con la educación vial obligatoria en las escuelas es que los alumnos adquieran una aptitud ante la seguridad vial. Que cobren conciencia de las causas de los accidentes y que adquieran hábitos que sin ninguna duda incrementarán la prevención de futuros accidentes de tráfico.
Fuente: Ponle Freno