Hace ciento cincuenta años, el 9 de diciembre de 1868, se instaló en Londres el primer semáforo. Desde entonces, este mecanismo ha regulado millones de cruces y sus luces rojas, verdes y naranjas han pasado a formar parte del imaginario colectivo de toda la Humanidad.
El semáforo londinense era un artefacto diseñado por John P. Knight, un ingeniero de ferrocarriles, que constaba de dos brazos móviles que se alternaban, indicando qué vehículos podían continuar la marcha y cuáles debían detenerse. Cada brazo disponía de una lámpara de gas –una roja y otra verde–. Menos de un mes después –en enero–, explotó muriendo el funcionario que debía de vigilarlo.
El primer semáforo permanente, sin embargo, se instaló en 1914 en Cleveland (Ohio. EE. UU.) y en Europa, el primer semáforo permanente se colocó en París, en la plaza Strasbourg-Saint Dennis.
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